... Una Historia Como Todas...
Toda mi vida dije lo mismo: “Ninguna historia está escrita”, y jamás dejé de pensarlo. Era una de las pocas cosas en las que seguía creyendo a pesar de la vida gris que me tocaba vivir. Salía como todas las mañanas a dar mi caminata habitual por las bellas calles de San Telmo. Cruzándome con las mismas personas de siempre muchas veces miraba hacia otro lado porque la rutina del saludo matutino ya me estaba cansando.
Era un día de sol, con algunas nubes y un poquito de viento, uno de esos días primaverales, mis preferidos. Para cambiar un poco la costumbre tomé otro rumbo, el cual evitaba debido a mis miedos de toparme con el pasado… Pero ya estaba grande, con 33 años tenía que poder enfrentarme a algo tan simple como una plaza. Esa plaza… ¡Cuántos recuerdos me vinieron a la mente! Luchaba por evitarlos pero aparecieron de la nada y me atacaban uno por uno, ¡Pedían a gritos que los reviva! Me detuve unos minutos en el medio del lugar dónde lo conocí.
Sentada bajo la sombra de ese árbol majestuoso, años atrás, leía muy tranquilamente. Se acercó, nos miramos, y en ese preciso momento supe que era el amor de mi vida. Sin decirnos nada me mostró el pañuelo que se me acababa de caer del cuello unos metros atrás. Aquella tarde me regaló una flor, una sonrisa y el comienzo de una de las mejores épocas de mi vida. Nuestro primer beso, todos los planes que teníamos juntos, la vez que me dijo “Te Amo”. El anillo… El anillo más hermoso que pude apreciar en toda mi vida, significaba mi más grande anhelo, tenerlo para siempre a mi lado. Lo que más me gustaba era la forma en que me hacía reír, la única persona que lo lograba era él. ¡Dios Santo! ¿Tantos recuerdos venían a mí por una simple plaza? Aquel banco… ya era nuestro, al igual que aquel árbol y las hamacas color café.
Yo sabía que iba a pasar el resto de mi vida con la persona que me hacía feliz todos los días. Hasta que en el momento menos esperado rompió mi corazón, mis ilusiones y mi vida con dos simples palabras: “Me voy”.
No tuve tiempo de reaccionar, -jamás lo hago en realidad- y se llevó consigo mi alma. Desde aquel momento dejé de creer en finales felices, promesas y hasta en el amor.
Muchos años pasaron ya… Las personas cambian, sus vidas, sus expectativas, sueños y hasta su paciencia. Había esperado mucho tiempo como para seguir creyendo en aquel individuo… que me engaño con sus falsas promesas.
Volví en mí, dejé de viajar en el tiempo y cerrando los ojos fuertemente recuperé mi fuerza, tomé aire, seguí caminando y dejé atrás esa plaza.
Regresé a casa con una gran congoja, siempre trataba de evitar la melancolía y hoy había aparecido misteriosamente, de la nada.
Quise deshacerme de cajas guardadas en el ático. Por primera vez en mi vida quería borrar una historia que no hacía más que traerme dolor. Uno de mis defectos era el no poder desprenderme de cosas del pasado y finalmente, a los 33 años, lo estaba logrando. Lo estoy borrando, de mi mente, mis recuerdos… de mí.
Quería echarle un último vistazo a las cosas que en su momento me hacían soñar. Peluches, perfumes, el pañuelo de aquel día primaveral, alguna que otra remera, cartas y varios libros. “Lo que el viento se llevó”… No recordaba tener esa película en la caja, ni mucho menos haberla visto juntos. La intriga, mi peor enemiga, me asechaba nuevamente. La saco… un papel amarillento y muy desgastado se cae. Era su letra… ¡Pero nunca había visto esa carta o lo que fuese! ¿Fecha? 5 de Abril de 1994. Mientras más leía, menos entendía. Aquel misterioso papel contaba toda nuestra historia, desde que nos conocimos hasta que nos separamos. ¡Era imposible! ¡Si la última vez que nos vimos fue aquel 23 de noviembre de 1999! ¿Cómo podría haber sabido todo lo que escribió? Todo lo que yo creía se había esfumado en un instante. Los nervios se me alteraron y comencé a transpirar. Seguí leyendo… “Sí mi amor… el 28 de Septiembre de 2006 será el día en que nuestros sueños se harán realidad. Te Amo”. Una lágrima cae por mi cara...
Timbre… Que raro…
Era un día de sol, con algunas nubes y un poquito de viento, uno de esos días primaverales, mis preferidos. Para cambiar un poco la costumbre tomé otro rumbo, el cual evitaba debido a mis miedos de toparme con el pasado… Pero ya estaba grande, con 33 años tenía que poder enfrentarme a algo tan simple como una plaza. Esa plaza… ¡Cuántos recuerdos me vinieron a la mente! Luchaba por evitarlos pero aparecieron de la nada y me atacaban uno por uno, ¡Pedían a gritos que los reviva! Me detuve unos minutos en el medio del lugar dónde lo conocí.
Sentada bajo la sombra de ese árbol majestuoso, años atrás, leía muy tranquilamente. Se acercó, nos miramos, y en ese preciso momento supe que era el amor de mi vida. Sin decirnos nada me mostró el pañuelo que se me acababa de caer del cuello unos metros atrás. Aquella tarde me regaló una flor, una sonrisa y el comienzo de una de las mejores épocas de mi vida. Nuestro primer beso, todos los planes que teníamos juntos, la vez que me dijo “Te Amo”. El anillo… El anillo más hermoso que pude apreciar en toda mi vida, significaba mi más grande anhelo, tenerlo para siempre a mi lado. Lo que más me gustaba era la forma en que me hacía reír, la única persona que lo lograba era él. ¡Dios Santo! ¿Tantos recuerdos venían a mí por una simple plaza? Aquel banco… ya era nuestro, al igual que aquel árbol y las hamacas color café.
Yo sabía que iba a pasar el resto de mi vida con la persona que me hacía feliz todos los días. Hasta que en el momento menos esperado rompió mi corazón, mis ilusiones y mi vida con dos simples palabras: “Me voy”.
No tuve tiempo de reaccionar, -jamás lo hago en realidad- y se llevó consigo mi alma. Desde aquel momento dejé de creer en finales felices, promesas y hasta en el amor.
Muchos años pasaron ya… Las personas cambian, sus vidas, sus expectativas, sueños y hasta su paciencia. Había esperado mucho tiempo como para seguir creyendo en aquel individuo… que me engaño con sus falsas promesas.
Volví en mí, dejé de viajar en el tiempo y cerrando los ojos fuertemente recuperé mi fuerza, tomé aire, seguí caminando y dejé atrás esa plaza.
Regresé a casa con una gran congoja, siempre trataba de evitar la melancolía y hoy había aparecido misteriosamente, de la nada.
Quise deshacerme de cajas guardadas en el ático. Por primera vez en mi vida quería borrar una historia que no hacía más que traerme dolor. Uno de mis defectos era el no poder desprenderme de cosas del pasado y finalmente, a los 33 años, lo estaba logrando. Lo estoy borrando, de mi mente, mis recuerdos… de mí.
Quería echarle un último vistazo a las cosas que en su momento me hacían soñar. Peluches, perfumes, el pañuelo de aquel día primaveral, alguna que otra remera, cartas y varios libros. “Lo que el viento se llevó”… No recordaba tener esa película en la caja, ni mucho menos haberla visto juntos. La intriga, mi peor enemiga, me asechaba nuevamente. La saco… un papel amarillento y muy desgastado se cae. Era su letra… ¡Pero nunca había visto esa carta o lo que fuese! ¿Fecha? 5 de Abril de 1994. Mientras más leía, menos entendía. Aquel misterioso papel contaba toda nuestra historia, desde que nos conocimos hasta que nos separamos. ¡Era imposible! ¡Si la última vez que nos vimos fue aquel 23 de noviembre de 1999! ¿Cómo podría haber sabido todo lo que escribió? Todo lo que yo creía se había esfumado en un instante. Los nervios se me alteraron y comencé a transpirar. Seguí leyendo… “Sí mi amor… el 28 de Septiembre de 2006 será el día en que nuestros sueños se harán realidad. Te Amo”. Una lágrima cae por mi cara...
Timbre… Que raro…